sábado, 30 de octubre de 2010

A un muerto



Eras el abismo.
Escondite perfecto de sustancias negras
que se alojan entre la carne y los huesos.

Descubrí tu armadura oxidada
aquella noche que fui lluvia sobre tu espalda
y tu piel se herrumbró entre mis manos.

Me desprendí de tu vacío.

Fui el tiempo que dejó de extenderse
en tus cuartos agrietados
y sentenciaste que todos los días
de todos los años
no serían nada en ese sitio sin mí.

Regresaron las voces de tus fantasmas
que sólo escucha tu oído izquierdo
pues en el derecho….Yo
en esa alcoba tan vacía hasta de ti.

Crees sentir mis dedos en el aire de tus mejillas
y te despiertas tan deshabitado
respirando la inercia de tu cuerpo que vegeta
que se repudia a sí mismo
porque desconoce lo dulce que es vivir.

Eres un muerto que pena a mi capricho
pues soy quien te revive
en esa hora del día que no conoces
y soy yo quien te vuelve otra vez a enterrar.