jueves, 26 de enero de 2012

Autosabotaje

Es 26 de enero. Se fueron ya veintiséis días de un año que se perfilaba muy productivo. Hablo en pasado, porque aunque el año está casi nuevecito, esos veintiséis días no regresarán para que no volvamos a desaprovecharlos.

Así he tirado a la basura mucho tiempo de los años que tengo ―no pregunten cuántos―, en todo caso, la pregunta oportuna sería: ¿qué he dejado de hacer? La respuesta es: dejé de trabajar en pos de mis sueños.

Con una energía renovada decretamos, planeamos cada primero de enero en la madrugada: que si vamos a comenzar una rutina de ejercicios, que ahora sí vamos a estudiar un idioma nuevo, que se emprenderá ese negocio que hemos cocinado desde equis tiempo, que se concluirán los estudios, y cientos de etcéteras…

A más de uno nos ha pasado, no lo podemos negar: cada año se queda algo pendiente en el tintero...

Y hay que confesar que no es por falta de tiempo; ha sido falta de valor, de fuerza de voluntad, o por desidia acaso, que nos hemos paralizado. Autosabotaje, dirían los expertos.

En mi caso, no puedo echarle la culpa a "la inspiración que no llega", cuando de escribir se trata. Los que estamos en la profesión de la escritura, sabemos bien que todos los elementos necesarios para producir un texto se obtienen a base de disciplina, lectura y constancia. A mí me han faltado dos de esos tres elementos.

¿A ustedes qué les ha faltado?

A unos antes, a otros después, la insatisfacción personal se nos aparece en forma de sombra. Nos persigue justo en el momento en que deberíamos estar ejecutando lo planeado, y en cambio, usamos ese tiempo en otra cosa. Esa sombra pasa frente al televisor, se mete con nosotros bajo las sábanas, ya muy entrada la mañana. Nos persigue en el café con los amigos, se tumba a lado nuestro en el sofá. Y También nos habla, dice "deberías estar haciendo esto o aquello", pero le subimos el volumen a la televisión para no oírla, o le contestamos, allí acostados "un ratito más".

No sé ustedes, pero yo no pienso conceder ni un rato más a esos obstáculos que me desvían de mis objetivos; ni aunque la cama con sus cobijas calientes quiera aprisionarme a ella.

Hay que entender que la vida está avanzando mientras uno se queda. Entender que la vida no es MAÑANA LO HAGO. Que la vida es ahora. Y yo, por lo pronto, AHORA quiero escribir...